viernes, 17 de mayo de 2019

la violencia



la violencia
Más de 40 millones de niños menores de 15 años sufren abusos o maltratos cada año. Por este motivo la celebración del Día Mundial de la Salud Mental 2002 se centra en los efectos del trauma y la violencia sobre los más jóvenes. La educación social puede ser la clave para prevenirla y evitar la aparición de conductas agresivas.

El informe mundial sobre violencia y salud elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que las peleas y la intimidación son las formas más comunes de violencia entre los jóvenes. El maltrato, el abandono, las adicciones, los abusos sexuales o los problemas económicos también suelen ser el caldo de cultivo habitual de las conductas agresivas o la delincuencia.

De ambientes conflictivos
No obstante, en los últimos años las páginas de sucesos se han visto salpicadas por relatos cuyos protagonistas son "jóvenes que han crecido en ambientes aparentemente buenos y poco conflictivos, pero que desarrollan patrones de gran violencia", explica Cobo.

Esto ha hecho que la atención de los especialistas deje de centrarse únicamente en el estudio del niño víctima de la violencia y pase a interesarse en el fenómeno del niño como agresor. Para abordar este tema, el psiquiatra ha elaborado el ‘Manifiesto de proposiciones por un movimiento contra la violencia’, en el que analiza los factores a tener en cuenta para prevenir y combatir los comportamientos agresivos.

Daño sin razón
La violencia, según explica, es "la maldad que busca hacer daño sin razón aparente, y todavía no hemos encontrado las claves que expliquen este comportamiento. De ahí que sea necesario investigar las causas del mal y analizar lo que pasa por las mentes de estos niños".

El estudio del origen de la violencia ha propiciado un importante debate en el que los factores genéticos se enfrentan a los ambientales. Según un estudio publicado en la revista científica ‘Science’, una variación genética podría ser la clave del desarrollo de comportamientos antisociales y agresivos. "Los niños que habían sido maltratados durante la infancia y que además contaban con esa variación genética eran más propensos a ejercer la violencia y cometer delitos criminales que los que únicamente habían sufrido malos tratos o sólo contaban con el gen defectuoso", explica el especialista.

Educación preventiva
A pesar de la implicación genética en el desarrollo de la violencia, Cobo cree que "ningún gen ni factor ambiental por sí solo parece determinar la violencia endógena".

Las proposiciones para no tener que curar la violencia en los jóvenes se centran en la educación como base preventiva. Así, el manifiesto aborda temas clave en el proceso educativo como el concepto de maldad o el peligro de la legitimización de la violencia. Cobo cree que las conductas violentas en los jóvenes se ven especialmente alimentadas "por la agresividad social que llega a través de la televisión o los videojuegos. En ocasiones se trata de violencia explícita, peleas, crímenes; pero también hay que tener en cuenta la violencia que se presenta bajo la forma de aparente nobleza, es decir, cuando se mata o agrede por el bien de otros".

La educación para la paz no es una opción más sino una necesidad que toda institución educativa debe asumir. Los principios para una convivencia pacífica entre pueblos y grupos sociales se han convertido en un imperativo legal. Ahora se trata de conseguir que el derecho formal de la paz se convierta en un derecho real.

Educar para la paz es una forma de educar en valores. La educación para la paz lleva implícitos otros valores como: justicia, democracia, solidaridad, tolerancia, convivencia, respeto, cooperación, autonomía, racionalidad, amor a la verdad... La educación en valores es un factor importantísimo para conseguir la calidad que propone nuestro sistema educativo.

Podemos realizar una breve retrospectiva histórica, recordando que la educación para la paz se inicia con el movimiento de la Escuela Nueva, recibe el apoyo institucional de la UNESCO, se enriquece con el ideal de no-violencia y continúa su andadura a través de la Investigación para la Paz y el Desarrollo. Superada la clásica oposición paz contra guerra, actualmente se propone la paz como antítesis de la violencia, la llamada paz positiva. Este aspecto encuentra su mejor marco de actuación pedagógica dentro del modelo sociocognitivista de Vigotsky (1979).

La moderna educación para la paz asume creativamente el conflicto como un proceso natural y consustancial a la existencia humana. La educación para la paz ayuda a la persona a desvelar críticamente la realidad compleja y conflictiva para poder situarse en ella y actuar en consecuencia. Educar para la paz es invitar a actuar en el microcosmos escolar y en el macronivel de las estructuras sociales. Los componentes de la educación para la paz son: la comprensión internacional, los derechos humanos, el mundo multicultural, el desarme, el desarrollo, el conflicto...

Las reformas educativas insisten en la necesidad de una educación para la ciudadanía y los valores en general. Todas estas buenas intenciones deben concretarse en disposiciones legales positivas. Por ejemplo, en el Estado Español, la ley orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (Boletín Oficial del Estado, n.º 106, de 4 de mayo de 2006) establece que los alumnos de Enseñanza Primaria estudiarán "Educación para la ciudadanía y los derechos humanos", que en 4.º de Enseñanza Secundaria Obligatoria se estudiará "Educación Ético-Cívica, y que en Bachillerato se impartirán enseñanzas sobre "Filosofía y Ciudadanía". Confiamos en que esta ley y sus inminentes desarrollos curriculares sirvan para impulsar una convivencia pacífica y enriquecedora de todos los ciudadanos. La enseñanza de contenidos específicos debe estar unida a la formación de hábitos y habilidades sociales, desarrollando programas adaptados a las diferentes situaciones.

2. Cambio epistemológico y temas transversales

La transversalidad, utilizada como estrategia metodológica en la educación de valores, se corresponde con una moderna concepción epistemológica de las Ciencias de la Educación. En este apartado podemos guiarnos por las reflexiones realizadas por Rodríguez, M. (l995). En nuestro siglo se ha producido una nueva concepción de la ciencia. El positivismo pretende dominar la naturaleza a través de conocimientos instrumentales, buscando el progreso humano. Consecuentemente, se produce un interés técnico por el conocimiento y un dogmatismo racionalista. El postpositivismo desconfía de la experimentación como único criterio de verdad y utiliza la interpretación y la vivencia. Se investiga dialogando y por consenso. Se produce un interés práctico por el conocimiento y una duda razonable dentro de la comunidad científica.

La educación para la paz, como tema transversal aplicable en las distintas áreas y momentos del aprendizaje, sintetiza ambas posturas, distinguiendo la naturaleza de los problemas a investigar y aplicando a cada uno el método más adecuado para indagar en la realidad natural o sociopolítica. Se produce un interés crítico por el conocimiento. Se busca la ciencia de la diferencia y de la democracia participativa. La aceptación de las diferencias no sólo es una obligación moral y política, sino que se puede convertir en un excelente medio de enriquecimiento personal y social. Se trata más bien de mejorar las cosas, no tanto de dominarlas. El objetivo global es favorecer la emancipación de la persona y de la humanidad en su conjunto.

Vemos que se ha producido un cambio axiológico desde el racionalismo moderno, pasando por el vitalismo postmoderno, hasta llegar a la visión integral de los temas transversales. Al hablar de una visión integral, nos referimos a una visión entera. La transversalidad favorece una visión entera o global del ser humano y de la naturaleza en general, armonizando todas las dimensiones factoriales de la persona.

Entre el positivismo y el postpositivismo, cabe una opción epistemológica, pacifista, ética, democrática, y por lo tanto, participativa y consensuada. El enfoque transversal se basa simultáneamente en la pluralidad y en la unidad. Los temas transversales favorecen la aplicación de la justicia distributiva, adoptando una actitud de compensación y respetando al más débil, a las minorías étnicas, a la mujer relegada, a las razas marginadas y a los disminuidos. De esta forma coordinaremos mejor los esfuerzos y conseguiremos una mayor eficacia y eficiencia en la educación para la paz.

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